sábado, 14 de enero de 2012

¿Final del recreo doctrinal en la Iglesia católica?

 
Jean-Marie Guénois Roma

Si no es una venganza de la historia, lo parece. El quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II, que la Iglesia católica celebrará en el 2012, podría paradójicamente marcar el crepúsculo de... "el espíritu del Concilio", que en cambio fue su gran promesa.

Este "espíritu del Concilio" era la "apertura de la Iglesia al mundo católico y a las otras religiones. "El espíritu del Concilio", era "La firma del Concilio Vaticano II, el rasgo característico de su carácter. Era el motor de lo que ha llamado desde hace medio siglo el "progresismo" en la Iglesia.

Un debate celebrado recientemente sobre "el último Mohicano", promovido por Monseñor Daucort, obispo de Nanterre ilustra de una manera bastante exacta este actual estado del espíritu y sus límites.

Sin embargo, se está perfilando algo así como una limitación de la apertura. ¿Producto de la imaginación? No precisamente. Basta estudiar, para darse cuenta, la "Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe" que ha sido publicada en Roma el sábado 7 de enero por la Congregación para la doctrina de la fe. Este texto indica la línea a seguir en "el año de la fe", proclamado por Benedicto XVI.

Este año especial está destinado a dar vigor a la fe de los católicos en el mundo. De hecho, será inaugurado el 11 de octubre de 2012... día del aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Lo cual no es un detalle insignificante.

Estas son algunas citas que permitirán hacerse una idea precisa:
- La nota pide "un renovado compromiso de adhesión eficaz y cordial a la enseñanza del Sucesor de Pedro".

- Insiste en "el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica", "la profundización del conocimiento de los principales documentos del Concilio Vaticano II" y "el estudio del Catecismo de la Iglesia católica".

- Espera la "preparación de instrumentos de trabajo de carácter apologético" (por lo tanto en defensa de la religión católica (n. del r.) como respuesta a "los desafíos de las sectas, a los problemas asociados al secularismo y al relativismo".

- Expresa el deseo de que sean corregidos los catecismos nacionales, que no estén "en completa sintonía con el Catecismo o padezcan lagunas".

- Fija como prioridades "el anuncio de Cristo resucitado", "la Iglesia sacramento de salvación", "la misión evangelizadora en el mundo de hoy".

- Invita a recurrir más frecuentemente al "sacramento de la Penitencia". Poniendo una atención especial hacia los "pecados contra la fe".

- Pretende una intensificación de "la celebración de la fe en la liturgia, y en la Eucaristía".

- Y espera homilías basadas en "el encuentro con Cristo, los contenidos fundamentales del Credo, la fe y la Iglesia"...

En resumen, la idea principal, lo que podríamos llamar eje político de este documento, sería realizar una "profundización de la doctrina católica " y "comprometerse en la nueva evangelización a favor de una adhesión más firme al Señor Jesús ". Y nada más.

Se podrán encontrar, desde luego, en diversos lugares recomendaciones ecuménicas e interreligiosas, pero leyendo correctamente, no es eso lo importante. Estos temas no son, ya no son, prioritarios.

Siempre podría subestimarse el valor de esta "nota" que no tiene la autoridad de una encíclica. Lo cual es cierto en el plano técnico. Pero, no obstante,  esta "nota", es mucho más que una nota, porque es la expresión de manera programática de una política que Benedicto XVI venía anunciando desde el 2005. La política de su pontificado.

Nueve meses después de su elección, había dado como línea de actuación, una "interpretación" del Concilio Vaticano II, ya no basada en "la hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura" sino según "la hermenéutica de la reforma", es decir, "en continuidad" con la tradición de la Iglesia.

Ya no se trata de un voto de fe sino de un programa bien organizado que tiene por objeto realizar una reforma interna de la Iglesia, lenta pero cierta. Vuelve a poner en hora los relojes doctrinales dentro de la Iglesia católica. Y señala el final de un "recreo cierto doctrinal" donde absolutamente todo era posible en la gran casa católica.

¿Esté programa será seguido? Será ante todo, bastante criticado: por los ambientes progresistas como el "responsable de la extinción del verdadero concilio"; por los ambientes integristas como el "cómplice del falso concilio". ¡Es duro el oficio de Papa!

Más allá de esta dialéctica simplista, no hay que perder de vista la evolución de fondo que está atravesando hoy la Iglesia católica. Por una vez, este punto de vista concuerda con el espíritu de esta nota y lo empuja. Algunos ven en ello una simple vuelta a la normalidad, se trata más bien de un eje estratégico: la Iglesia católica comienza a reaccionar a su declive en Occidente. El nuevo consistorio en el que serán creados 22 nuevos cardenales el próximo 28 de febrero, confirma esta orientación. 

Si "el espíritu del Concilio" muere, ¿volverá "el espíritu católico?

Vatican Insider

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